¿Estamos en peligro?
La respuesta corta: no. Ninguno de nosotros —ni nuestros tataranietos, ni las civilizaciones tal como las conocemos— estará presente para presenciar ese evento final. Sin embargo, lo que inquieta no es la inminencia, sino la certeza. Saber que incluso el Sol, símbolo de permanencia, tiene un final, reconfigura nuestra idea de estabilidad cósmica.
¿Qué dice la ciencia?
Este fenómeno no es exclusivo del Sol. Es parte del ciclo vital de las estrellas de su tipo. La buena noticia es que este proceso es tan lento que nos permite estudiar con anticipación cada etapa, prever qué pasará con los planetas cercanos y hasta buscar otras "casas" en el universo, en el marco de los proyectos de exploración espacial.
“Estamos observando estrellas similares en diferentes fases de evolución. Eso nos permite entender qué le pasará al Sol en el futuro”, explicó la NASA en su comunicado. De hecho, el telescopio espacial James Webb está ayudando a obtener imágenes detalladas de nebulosas planetarias, que son los restos brillantes que dejan atrás las estrellas moribundas.
Aunque suene inquietante, la explosión del Sol no es algo trágico sino natural. Así funciona el universo. El dato relevante es que la humanidad aún tiene miles de millones de años para hacer ciencia, escribir poesía y discutir si Plutón es planeta o no. Y, quizás, para encontrar otro Sol en alguna esquina remota de la Vía Láctea.