Milei ya no se presenta a sí mismo como el presidente argentino, un país periférico “infectado de socialismo”, sino como un líder global que viene a proponer un nuevo orden. Lo había hecho en 2024, pero lo planteó con crudeza otra vez en esta oportunidad. No solo habló en contra del socialismo: también lo hizo de toda la cultura “woke”.
“Woke” es un término peyorativo usado por sectores de derecha para denominar al “progresismo”. A los sectores que pugnan por la igualdad de género, los derechos humanos, la igualdad de oportunidades, el derecho a la educación inclusiva, la salud, entre otras cuestiones. También en la defensa del medio ambiente, poniendo regulaciones a las empresas que -como es su naturaleza- buscan maximizar sus beneficios, no siempre cuidando los intereses futuros del planeta en el que habitan.
Como todo movimiento, ese progresismo tiene su costado más radicalizado. Idiotas vistosos hay en todos lados, sin importar si se es de izquierda o derecha. Y en muchos casos, los sectores radicalizados monopolizan la agenda pública, equivocadamente.
Milei debate solo contra las caricaturas, sin datos concretos que lo avalen.
Las críticas de Milei
“Hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años”, planteó en el discurso. Como si no hubiera heterosexuales que abusan de sus hijos.
“Están dañando irreversiblemente a niños sanos mediante tratamientos hormonales y mutilaciones, como si un menor de cinco años pudiera prestar su consentimiento a semejante cosa”, agregó luego. ¿A qué se refiere Milei? ¿Cuántos casos hay de esos en el mundo? ¿Es una práctica concreta o un proyecto delirante que presentó algún político de izquierda en un país del mundo?
milei anti Woke.jpg
Javier Milei apuntó contra el progresismo durante su discurso en Davos (Foto: captura de video).
“En sus versiones más extremas, la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos. Por lo tanto, quiero saber quién avala esos comportamientos”, grito.
Hubo más. Contra la inmigración. “Así es como vemos hoy en las imágenes de hordas de inmigrantes que abusan, violan o matan a ciudadanos europeos que solo cometieron el pecado de no haber adherido a una religión en particular”. Otra vez: el fundamentalismo radical islámico es un problema para Occidente. La generalización es tan peligrosa como la negación del asunto.
Habló también sobre otros valores: “Pasamos a una cantidad artificialmente infinita de derechos positivos. Primero fue la educación, luego la vivienda y, a partir de allí, cosas irrisorias como el acceso a Internet, la televisación del fútbol, el teatro, los tratamientos estéticos y un sinfín más de deseos que se transformaron en derechos humanos fundamentales”, dijo. La televisación del fútbol como “derecho” solo se vio en un país del mundo y hace ya muchos años. Comparar el fútbol con el derecho a la educación es otra caricatura.
Milei criticó una y otra vez a los líderes del mundo y a los organismos internacionales: “Aquí nadie se puede hacer el inocente. Le han rendido culto por décadas a una ideología siniestra y asesina como si se tratara de un becerro de oro y han movido cielo y tierra para imponerla sobre la humanidad”.
“Estamos frente a un cambio de época, un giro copernicano, la destrucción de un paradigma y la construcción de otro”, planteó Milei otra vez plantado no como líder de la Argentina, sino como gran arquitecto de la nueva realidad global.
“Les estoy proponiendo es que hagamos a Occidente grande nuevamente”, finalizó.
Milei se ve a sí mismo -y a la Argentina- como el faro del mundo. Así lo repite una y otra vez con sus allegados. Ahora dio un paso más en ese sentido. Y siente que la historia lo acompaña. Reconoció a líderes como Donald Trump, Elon Musk, Giorgia Meloni, Bukele, Víctor Orbán o Benjamín Netanyahu… Sería interesante que Milei explore el sistema de salud o educación de Israel.
El auditorio aplaudió. Ya no es el loco que grita. Y él lo sabe. Aunque en la posverdad no sirvan los argumentos ni los datos para refutarlo.
Empieza una nueva era.