Esta semana, el Gobierno va a publicar el DNU que habilita a cerrar un acuerdo con el FMI. Se va a oficializar así que el entendimiento con el Fondo no va a pasar por el Congreso. Lo disfrazaron como que sí, pero no.
El Gobierno encontró un atajo para negociar con el Fondo sin que se meta el Parlamento. ¿Qué puede pasar a partir de ahora? Los cálculos económicos, políticos y electorales. El oficialismo se prepara para un cambio que puede alterar todos sus planes.
Esta semana, el Gobierno va a publicar el DNU que habilita a cerrar un acuerdo con el FMI. Se va a oficializar así que el entendimiento con el Fondo no va a pasar por el Congreso. Lo disfrazaron como que sí, pero no.
El sábado 1 de marzo, Milei anunció que llevaría el tema al Parlamento respetando la ley vigente que viene de la época de Martín Guzmán: cualquier renegociación o toma de nueva deuda tiene que ser aprobada por el Congreso.
Pero el jueves por la noche, anunció que lo haría vía Decreto de Necesidad y Urgencia. La trampa dialéctica es que todo DNU tiene que llegar necesariamente por el Congreso, aunque el trámite es exactamente opuesto al de una ley común. Así, Milei puede decir que el Parlamento está tratando el tema, pero sin frenar un segundo las negociaciones.
¿Por qué es así? Un proyecto común, para ser aprobado, tiene que pasar por comisión, escuchar a las partes involucradas, debatirse en comisión, recibir dictamen, tratarse en el recinto y obtener la “media sanción”. Una vez aprobado, va a la otra cámara (al Senado por ejemplo), y se avanza otra vez con el mismo trámite hasta su “sanción definitiva”.
Solamente si lo aprueban las dos cámaras se convierte en ley. Un trámite que lleva entre 3 semanas y dos meses (o más) dependiendo la fortaleza política del gobierno. Además, teniendo en cuenta el contexto político, en el Senado la cosa se puede complicar bastante.
El DNU es exactamente al revés. Está vigente desde que se firma: a los 10 días se manda a una comisión bicameral que solo se expide sobre si es “necesario y urgente”, sin discutir el fondo de la cuestión.
A partir de eso se abren tres caminos
O sea, nunca pasa nada.
A los 20 días de firmado el decreto, las Cámaras lo pueden tratar. No hace falta que sea en orden. Si lo trata una cámara y lo aprueba, el DNU sigue vigente de por vida. Si lo trata una cámara y lo rechaza, el DNU sigue vigente hasta que la otra cámara lo trate. Solo si las dos cámaras lo rechazan, el DNU se cae.
En este esquema político actual es casi imposible que Diputados y Senado se junten a rechazarlo…
El Gobierno tiene sus argumentos para sacar el tema por DNU. La Constitución dice que el Poder Ejecutivo (léase el Presidente) puede dictar decretos en lugar de que el Congreso legisle cuando se dan “circunstancias excepcionales” que “hicieran imposible seguir los trámites ordinarios previstos por esta Constitución”. Los DNU tienen que estar fundados en “razones de necesidad y urgencia”.
La circunstancia excepcional es -en la óptica del Gobierno- una inflación descontrolada, con un cepo cambiario que impide el normal funcionamiento de la economía y un oficialismo con pocos legisladores.
La necesidad es resolver ese problema, que no deja vivir a los argentinos.
La urgencia es que un debate parlamentario de dos meses sobre un acuerdo tan trascendente metería tanto ruido en la economía que al día siguiente de aprobado el acuerdo, todas las variables terminarían descontroladas y obligarían a renegociar un nuevo acuerdo.
¿Qué puede pasar en el Congreso?
Primero la bicameral. El DNU va 10 días después de firmado. Dijmos que no tiene la menor importancia lo que pase en esa comisión, pero simbólicamente puede tener algún impacto (es como la previa en un partido de fútbol, no más que eso).
Se necesitan 9 firmas para dictamen. La Libertad Avanza tenía originalmente 4, más 4 aliados y medio (el medio es Massot, del bloque de Pichetto).
El tema es que de los 4 que tenía LLA, dos ya se le fueron. Son Oscar Zago (que igual sigue como aliado y va a acompañar todo) y Francisco Paoltroni, el formoseño que fue expulsado por plantear sus diferencias por el nombramiento de Lijo y que hoy es más opositor que oficialista.
Otro problema es que la presidencia de esa comisión rota cada dos años entre senadores y diputados. Este año, le tocaría presidirla a un diputado y no hay mucho para elegir: el único oficialista puro es Lisandro Almirón, legislador correntino aguerrido, pero sin experiencia parlamentaria. ¿Tendrá que aprender sobre la marcha?
Otro dato: los miembros de esta comisión se eligen cada dos años y no se pueden reemplazar salvo renuncia. Y Paoltroni no se va a ir. O sea que es difícil que consigan el dictamen. Igual, como ya dijimos, no tiene demasiada importancia.
Pasemos ahora a lo que sí vale: en la Cámara de Diputados necesita la mitad más uno para refrendar el DNU. Y ahí tienen mucho peso los radicales de los gobernadores y partidos provinciales. Para todos es negocio que el Gobierno haga un acuerdo con el FMI porque entra guita fresca que ellos pueden aprovechar indirectamente; y si la cosa sale mal, el costo político lo paga otro. ¿Para qué rechazar el decreto?
Quizás negocian algo: amenazan con que quieren a cambio aprobar el Presupuesto 2025 (imposible), alguna obra pública o simplemente buena amistad.
Si el Gobierno hace las cosas bien, consigue que le aprueben el DNU. Si las hace no-tan-bien, lo guardarán en algún cajón para que nunca se trate. Difícil que se lo rechacen.
Cerrando el camino del bloqueo parlamentario, el Gobierno avanza a paso firme hacia el acuerdo con el FMI. Hasta ahora venían hablando de 10.000 millones; esta semana un banco privado habló de 20.000. ¿No es demasiada deuda? ¿Será una herramienta de negociación interna?
El Gobierno dice que un nuevo desembolso no implicaría nueva deuda pública.
El argumento es este: el Tesoro se financió durante muchos años con recursos del Banco Central, que perdió reservas netas y solvencia que derivaron en que se espiralice la inflación. Esta operación -en la mirada del Gobierno- es casi un canje: se reemplaza lo que se le debe al Central por deuda con el FMI. Eso permite sanear las finanzas del Central y, si se robustecen las reservas, se puede salir del cepo más fácil.
En los fríos números es cierto. Pero en la práctica es como si vos le pidieras 10.000 dólares a tus viejos, que te dicen “nene, devolvela cuando puedas” y para pagarla le mangueás a tus suegros, que te critican el lugar al que te vas de vacaciones, que cambies a tus hijos de escuela y que pases Año Nuevo con ellos y no con tus papás.
El Gobierno dice que eso no es problema porque ahora los números cierran, y que por eso el FMI no va a objetar nada. No deja de ser una expresión de deseos. Un dato no menor es que la deuda nueva la está tomando el mismo equipo económico que la tomó en 2018 con Macri.
Luis Caputo reconoció esta semana que “hay precios caros que están caros en dólares". Pero dijo que "devaluar no es la solución". Quiere que los precios bajen con “menos impuestos y más competencia”.
Los impuestos están lejos de bajar. Desde que asumió Milei, no bajó ninguno ni hay un plan en el horizonte de que puedan bajar en el corto plazo. Solo se redujo el impuesto PAIS, que el mismo Gobierno había subido, y se bajaron temporalmente las retenciones a algunos cultivos.
La inflación, que era un fenómeno “pura y exclusivamente” vinculado a la emisión monetaria, ahora parece estar anclada a la expectativa de que no se dispare el dólar
Milei insiste en que los salarios mejoraron en dólares. Un informe de Centro RA de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA muestra lo contrario: el salario mínimo medido en dólares pasó de 413, al inicio de la gestión Milei, a 275.
El dato es fuerte si se compara el poder de compra con otros países. Por ejemplo, dice el trabajo, con un salario mínimo en España se pueden comprar unos 1170 litros de leche y en países vecinos casi 430 litros; en la Argentina solo 200.
“Hoy se pueden comprar 22 kilos menos de pollo, 126 litros menos de leche, 26 kilos menos de pan y 56 litros menos de aceite de girasol que al inicio de la gestión”, advierte.
Peor es si se mide en ropa: en los países europeos relevados en el informe se pueden comprar unos 19 jeans Levi’s para mujer; en los países vecinos, en promedio, se compran 8 jeans. Y en Argentina, no se llega a los 2.
Milei sabe que su proyecto político se sostiene en que pueda contener la inflación. Cualquier sobresalto económico puede derrumbar su imagen. Por eso el sábado pasado en el Congreso se atajó: “Tampoco significa que no vaya a haber volatilidad. La vida no funciona de esa manera; no es un movimiento rectilíneo uniforme, siempre hay altos y bajos, momentos de tensión y momentos de tranquilidad”.
Su imagen pública da algunas señales de deterioro. No son alarmantes. Las encuestas propias le dan todavía bien, aunque se empieza a ver una fatiga en el núcleo duro de sus adherentes, como contó A24.com la semana pasada.
Al Gobierno se le suma, en el medio, otro problema de ingeniería electoral. El oficialismo nacional cree que Axel Kicillof va a desdoblar las elecciones en la Provincia de Buenos Aires. Provincia y Nación votarían en días diferentes, algo que no pasaba al menos desde la vuelta de la democracia en 1983.
En las mesas de La Libertad Avanza, el PRO y el radicalismo creen que el gobernador va a hacer varias modificaciones en el sistema electoral y se preparan para lo peor:
Esta estrategia pone en jaque a la Libertad Avanza, que no tiene dirigentes de peso en todas las secciones electorales como para hacer frente al peronismo.
Podría ser una buena oportunidad para el PRO o incluso la UCR, que tienen instalación territorial, especialmente en el interior de la provincia.
El peronismo es imbatible en el conurbano, pero viene perdiendo por paliza las últimas elecciones en el interior. En 2021 -la última legislativa- todo el mapa se pintó de amarillo. Claro que Juntos por el Cambio agrupaba a casi toda la oposición, y aun así el peronismo perdió solo por 1 punto.
En la Libertad Avanza siguen insistiendo, mientras tanto, que a los dirigentes del PRO los quieren de a uno. No van a comprar paquetes que vengan con más gente (“me sumo, pero poneme a mi hermana como primera concejal de tal municipio”).
A los únicos que toman en tándem es a “los patricios”, seguidores de Patricia Bullrich. Por ejemplo, en la legislatura bonaerense y porteñas ya fusionaron bloques. En ese caso sí ven una integración.
Si la elección en Provincia se hace en agosto (es el cálculo que hacen en el peronismo), para La Libertad Avanza podría ser un problema: una derrota en el principal territorio del país puede ser un mal anticipo para octubre. Aunque todo dependerá de los vaivenes de la economía.
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