La celebración se llevó a cabo en la parroquia Virgen Inmaculada, en el corazón de los barrios populares, y fue impulsada por los curas villeros y miembros de la Familia Grande Hogar de Cristo.
Lejos de ser solo un gesto simbólico, la elección de los jubilados como protagonistas buscó poner en evidencia la crítica situación que atraviesan, en medio de un escenario económico adverso. “El buen descanso tiene raíces bíblicas y es parte esencial en la vida de un trabajador”, remarcaron.
Durante la homilía, García Cuerva instó a los dirigentes a gobernar con sensibilidad social: “Démosle el dominio político al corazón”, pidió.
Además, exigió una jubilación que permita “descansar con dignidad tras una vida de trabajo” y advirtió sobre la necesidad de construir unidad frente a la “realidad compleja y desafiante” del país.
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El mensaje fue reforzado por un comunicado de la Familia Grande Hogar de Cristo, que expresó su preocupación por el creciente deterioro del tejido social: “Nos encontramos en tiempos de desencuentros y divisiones. Es fundamental caminar juntos, buscar unidad”.
También subrayaron que “el jubilado no está retirado de la vida” y reclamaron las condiciones básicas para que puedan alimentarse, acceder a medicamentos y disfrutar del tiempo libre.
El gesto no se limitó a la parroquia de Soldati. En paralelo, se realizó una peregrinación de sacerdotes desde San Ignacio de Loyola hasta la Catedral Metropolitana, con una breve pero simbólica parada en la Casa Rosada. La Misa Crismal reunió a más de 400 personas, entre obispos, religiosas y seminaristas, y culminó con una bendición papal con indulgencia plenaria.
“Cuando se rompe el tejido social, es necesario integrarnos y no dejar a nadie afuera”, fue otro de los pasajes destacados del mensaje eclesiástico.