La reconstrucción de los hechos
La versión oficial indica que el padre salió del baño principal, donde se encontraban los niños, para ir al sanitario de servicio. Argumentó que el inodoro no funcionaba y que se ausentó por unos cinco minutos. Pero, según el relato de la abuela de los menores, ese lapso habría sido considerablemente más largo.
La mujer fue quien descubrió la dramática escena. Al ingresar al baño, encontró al bebé, Angel Josiah Rodríguez, boca abajo en la bañera, fuera de la silla de baño en la que estaba colocado, mientras su hermano mayor jugaba con autitos a pocos centímetros. La abuela relató que el niño de tres años le dijo: “Se dio vuelta”, aludiendo a que el bebé se había resbalado.
Pese a que el pequeño aún no podía sentarse por sí solo, se encontraba sumergido en el agua. De inmediato, la abuela lo sacó de la bañera junto con el otro niño y corrió hacia la habitación de su hijo, donde lo encontró hablando por teléfono. En medio de gritos y desesperación, le pidió que llamara a emergencias mientras ella comenzaba a practicarle maniobras de RCP al bebé.
Los intentos por salvarlo
Una tía que se encontraba en la casa también colaboró con la reanimación, pero todos los esfuerzos fueron en vano. Angel Josiah fue declarado muerto poco después. La familia quedó devastada, y las autoridades comenzaron una investigación que rápidamente apuntó a la negligencia del padre como factor determinante en la muerte del menor.
Rodríguez relató que había dejado correr solo “un hilo” de agua y que, según él, el nivel no llegaba ni a cubrir los pies del bebé. Sin embargo, los investigadores sostienen que el niño no podía valerse por sí solo y que fue un grave error haberlo dejado bajo ninguna supervisión, aun cuando su hermano mayor estaba presente.
Una versión que no coincide
El testimonio del padre difiere con fuerza del de su madre, la abuela de los niños. Mientras Rodríguez insiste en que sólo se ausentó cinco minutos y que se retiró para usar el baño, la mujer declaró a la policía que lo vio hablando en el pasillo durante al menos diez minutos. Este punto es clave en la imputación por conducta imprudente, ya que compromete aún más al acusado al demostrar una posible distracción voluntaria.
Lo que parecía una breve salida del baño terminó en una tragedia irreparable. El hermano mayor del bebé, aunque estaba presente, no tenía edad ni capacidad para cuidar del pequeño, menos aún en un entorno tan peligroso como una bañera con agua.
La situación judicial del padre
Tras la confirmación de los hechos, Angel Marcus Rodríguez fue arrestado y trasladado al Centro Correccional de New Haven. La fianza fue fijada en 200 mil dólares, mientras continúa el proceso judicial que podría derivar en una condena severa por homicidio en segundo grado.
Además de la pena principal, Rodríguez enfrenta cargos adicionales por poner en riesgo a menores y conducta imprudente, lo que podría agravar su situación penal. La fiscalía ha remarcado que no se trata simplemente de un accidente doméstico, sino de una falla grave de cuidado y protección básica.
Impacto en la comunidad y preguntas sin respuesta
El caso ha generado una fuerte conmoción en Connecticut. Vecinos y familiares han expresado su dolor y su incredulidad ante lo ocurrido. Muchas voces se alzan para pedir más conciencia sobre los peligros domésticos para los bebés, especialmente en situaciones cotidianas como el baño.
Expertos en seguridad infantil subrayan que ni siquiera un minuto de descuido es aceptable cuando hay niños tan pequeños en lugares con agua. “Basta con que un bebé se incline un poco para que su cabeza quede sumergida y no pueda levantarse”, explican pediatras consultados en medios locales.
El pequeño Angel Josiah no sabía sentarse solo, y eso fue determinante. La silla de baño donde estaba colocado no ofrecía garantías si no había vigilancia directa y constante. Un movimiento, una vuelta, un resbalón… y el riesgo se vuelve letal.
El dolor de una familia rota
En su declaración ante la policía, Rodríguez rompió en llanto varias veces. Dijo estar destrozado y que nunca pensó que algo así pudiera suceder. Sin embargo, los investigadores insisten en que hubo una falta de conciencia y responsabilidad evidente. No se trató de un evento imprevisible, sino de una sucesión de decisiones erradas.
La abuela, que hoy carga con el peso de haber sido testigo del peor desenlace, también fue quien intentó salvar la vida del bebé. Fue ella quien vio que algo andaba mal, quien actuó primero y quien enfrentó la escena más dolorosa que se pueda imaginar: la pérdida de un nieto por una tragedia evitable.
Mientras la justicia avanza, queda la pregunta más amarga: ¿cómo se explica una pérdida tan devastadora por un descuido de apenas unos minutos?