Fue uno de los casos más impactantes de Alemania. Ocurrió en marzo de 1981, cuando Marianne Bachmeier, madre de la pequeña Anna, asesinó al hombre acusado de matar a su hija de siete años en la sala de un tribunal en Lübeck.
Klaus Grabowski había sido arrestado por abusar y estrangular a la niña en 1980. Fue uno de los casos más resonantes de Alemania.
Fue uno de los casos más impactantes de Alemania. Ocurrió en marzo de 1981, cuando Marianne Bachmeier, madre de la pequeña Anna, asesinó al hombre acusado de matar a su hija de siete años en la sala de un tribunal en Lübeck.
Klaus Grabowski, un delincuente sexual reincidente, había sido arrestado por estrangular a la niña en 1980, y fue abatido de seis disparos por la madre en pleno juicio.
La historia comenzó cuando Grabowski, quien ya había sido condenado por abuso sexual infantil, secuestró a Anna después de que ella se acercara a su apartamento para jugar con su gato.
Según las declaraciones del propio Klaus, decidió asesinar a la niña por temor a ser encarcelado nuevamente, aunque negó haber abusado de ella. Su versión, grotesca y poco creíble, afirmaba que Anna lo había chantajeado con decirle a su madre que él la había tocado.
El hombre llevó el cuerpo de la pequeña a un canal y luego se fue a su hogar. Pero sus miedos pudieron más y terminó confesando su crimen a su novia, quien lo denunció.
Durante el juicio, Marianne estaba consumida por el dolor y la rabia al escuchar los detalles del asesinato de su hija y la absurda justificación de Grabowski. En este marco, planeó detalladamente su venganza.
El 6 de marzo de 1981, la mujer ingresó al tribunal con una pistola escondida en su impermeable. Aprovechando la falta de revisiones de seguridad, se colocó detrás de Grabowski y disparó ocho veces. "Ojalá esté muerto", dijo tras el ataque.
El asesinato de Grabowski provocó un intenso debate en Alemania sobre la justicia por mano propia. Mientras que algunos sectores de la sociedad aplaudieron el acto de Marianne como una venganza justificada, otros lo criticaron, señalando que el sistema legal debía encargarse del castigo.
El caso, conocido como el de "la madre vengadora", también abrió la discusión sobre la responsabilidad de las autoridades al dejar en libertad a delincuentes sexuales reincidentes.
Marianne fue condenada a seis años de prisión por homicidio y posesión ilegal de un arma, aunque finalmente fue liberada después de cumplir tres años. Hasta el final de su vida, nunca mostró arrepentimiento por sus acciones. Murió en septiembre de 1996.