El día en que todo cambió
El 18 de mayo de 2008, el cuerpo de Milagros apareció en un terreno baldío ubicado entre las calles Chubut y Rosales. Eran las tres de la tarde cuando el hallazgo sacudió al barrio. La nena estaba desnuda, golpeada y con un cable alrededor del cuello.
A metros del lugar, la policía encontró su ropa y objetos personales, entre ellos su chupete. En medio de la confusión y la furia de los vecinos, la primera hipótesis apuntó al dueño del terreno. Sin embargo, un testimonio inesperado reveló otra historia.
Un grupo de chicos que jugaba al fútbol en la zona fue clave en la investigación. Aseguraron haber visto a Milagros acompañada por otros dos menores, que la llevaban a empujones hacia el sitio donde la encontraron sin vida.
Los peritajes confirmaron que la nena murió por asfixia provocada por un cable de televisión. Aunque las primeras sospechas apuntaban a un posible abuso, la autopsia descartó esa posibilidad.
Las pruebas, sin embargo, revelaron algo aún más perturbador: los responsables del crimen eran dos hermanos de 7 y 9 años.
Uno de ellos, el menor, terminó confesando lo ocurrido. En un momento de angustia, le relató a su madre cómo su hermano lo había obligado a participar. Luego, repitió la historia ante la policía y el fiscal del caso, Héctor Toneguzzo.
El relato era espeluznante: sacaron a Milagros de la puerta de su casa, la golpearon con un palo y la ataron con un cable. Algunos testigos aseguraron que "jugaron con ella como si fuera un perro atado a una soga".
¿Travesura o asesinato premeditado?
El caso dividió a la comunidad. Mientras algunos se resistían a creer que dos niños pudieran ser capaces de tal acto, otros exigían justicia.
La abuela de los acusados defendió a sus nietos y denunció una conspiración:
“Serán traviesos, pero yo sé que ellos no fueron. Me sorprendió mucho porque son chiquitos.”
Sin embargo, el padre de Milagros, Oscar Belizán, no tenía dudas:
“Los chicos reconocieron haber asesinado a mi hija. No lo puedo creer: tienen 9 y 7 años.”
Los informes psiquiátricos fueron determinantes. Los expertos concluyeron que los hermanos comprendían perfectamente lo que estaban haciendo. Un psiquiatra del caso señaló que posiblemente reproducían escenas de violencia que veían a diario en su hogar.
La jueza Marta Pascual, del Tribunal de Menores 5 de Lomas de Zamora, reveló un diagnóstico alarmante: los niños sufrían de “disociación”, un trastorno en el que combinaban actos de cariño con episodios de extrema violencia.
“Lo más impactante fue que, pese a su corta edad, comprendían lo que hacían”, sentenció Pascual.
La incógnita que nunca se resolvió
A medida que avanzaba la investigación, la familia de Milagros comenzó a cuestionar la versión oficial.
“No entiendo cómo esos chicos pudieron hacer todo esto solos”, dijo Analía, hermana de la víctima. Para ella, debía haber una tercera persona involucrada.
Las dudas surgían a partir de varios detalles:
- El cable con el que estrangularon a Milagros estaba fuertemente atado, lo que sugería la intervención de alguien mayor.
- El lugar del crimen tenía un portón de dos metros, lo que planteaba la incógnita de cómo los niños accedieron con una nena tan pequeña.
- La violencia extrema con la que fue golpeada.
Mariela, otra hermana de la víctima, agregó:
“Capaz que los chicos son malditos como para llegar a hacer esto, pero también pueden mentir porque tienen miedo.”
A pesar de las sospechas, nunca se encontró evidencia de otro responsable. La hipótesis de un adulto involucrado fue descartada por la justicia.
Un destino incierto
Tras el crimen, los hermanos fueron declarados inimputables por su edad y quedaron en libertad. La ley argentina impide que menores de 16 años sean juzgados penalmente, sin importar la gravedad del delito.
El barrio exigía respuestas. “Si fueron ellos, pueden quedar impunes y hacer lo mismo en otro lado”, decía un vecino.
De los niños acusados y su familia no se supo más. Según testimonios, su madre era una mujer adicta a las drogas y los golpeaba frecuentemente. Esa violencia habría marcado la infancia de los hermanos y desencadenado el horror.
Milagros Belizán fue despedida en el cementerio de Rafael Calzada, en medio de un profundo dolor y una comunidad que nunca volvió a ser la misma.
La pregunta que aún resuena
El caso de Milagros sigue siendo un símbolo del debate sobre la edad de imputabilidad. ¿Deben los menores responder por sus crímenes?
Mientras la discusión sigue abierta, el recuerdo de Milagros Belizán sigue presente en quienes buscan respuestas.