El sargento Szadura se encontraba cumpliendo con su servicio habitual, patrullando junto a otros efectivos de la Policía Bonaerense, cuando decidieron identificar a un grupo de hombres que se mostraba sospechoso. Según informaron fuentes de la investigación, los uniformados dieron la voz de alto, pero en lugar de rendirse, los delincuentes respondieron a tiros.
En medio del caos, un proyectil impactó en la cabeza del oficial. El disparo provocó una herida grave, con orificio de entrada y salida. Sus compañeros reaccionaron de inmediato, y lo trasladaron de urgencia al hospital más cercano, en la localidad de Boulogne, partido de San Isidro. Por la gravedad del cuadro, fue derivado al Hospital Churruca, especializado en trauma y heridos de las fuerzas de seguridad.
Pese a los esfuerzos médicos, el sargento murió durante las primeras horas del viernes, dejando consternados a sus compañeros y a la fuerza policial. Era un efectivo con experiencia, perteneciente a una unidad operativa que conocía bien el terreno.
Hasta el momento, no hay detenidos por la muerte del sargento Szadura. Tras la balacera, los agresores lograron escapar a pie por los pasillos del asentamiento. La arquitectura del lugar, con casas precarias, pasajes angostos y calles de tierra, dificulta el accionar policial y favorece el ocultamiento de los delincuentes.
El Ministerio de Seguridad bonaerense activó un operativo cerrojo, del que participaron las comisarías 4ª y 5ª de José León Suárez, junto con agentes de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Martín. La búsqueda continúa, pero por el momento no hay datos oficiales sobre cuántos sospechosos están siendo rastreados ni si alguna cámara de seguridad pudo haber captado el rostro de alguno de los prófugos.
La causa quedó a cargo de la UFI Nº2 de San Martín. El expediente, que en un principio fue caratulado como "tentativa de homicidio", será recalificado como "homicidio agravado", tras la confirmación del fallecimiento del efectivo.
No es la primera vez que muere un policía en José León Suárez en circunstancias similares. Villa Hidalgo es un barrio marcado por la marginalidad, el desempleo, y sobre todo, el avance constante del narcomenudeo. Los enfrentamientos entre bandas y la presencia de armas de fuego son parte de la cotidianeidad.
Los vecinos denuncian desde hace años la falta de presencia del Estado y la imposibilidad de vivir tranquilos. "Cada vez que cae la noche, esto se convierte en tierra de nadie", cuentan quienes viven en la zona y prefieren mantenerse en el anonimato por miedo a represalias.
En ese contexto, los patrullajes preventivos son clave, pero también altamente riesgosos. La muerte del sargento Szadura confirma una realidad que muchos conocen: la violencia en estos territorios no discrimina ni a quienes portan uniforme.
El caso de Szadura remite inevitablemente a lo ocurrido apenas semanas antes, también en José León Suárez. En marzo, Lucas Flores, un agente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) de 29 años, fue emboscado y asesinado cuando intentaba comprar un auto a través de la red social Facebook.
Flores había coordinado el encuentro con supuestos vendedores en las inmediaciones del asentamiento conocido como Villa La Cárcova, en las calles Echagüe y De la Cárcova. Una vez allí, fue atacado a tiros por un grupo de delincuentes. Recibió tres disparos letales: uno en la espalda y dos en el pecho. Murió en el acto.
Ese crimen también permanece impune. La coincidencia de ambos asesinatos en un mismo distrito pone en evidencia la extrema peligrosidad que enfrentan los agentes de seguridad cada vez que ingresan a estas zonas.
Para muchos policías que trabajan en el conurbano bonaerense, los patrullajes por lugares como Villa Hidalgo o La Cárcova no son simples recorridas. Se transforman, cada vez más, en escenarios de guerra urbana, donde el control territorial está en manos de bandas que operan con total impunidad.
En estos sectores, los delincuentes suelen moverse con armas automáticas, conocen cada pasaje y cuentan con redes de alerta vecinal que les permiten escapar con rapidez. El Estado llega tarde, mal o nunca, y las consecuencias se pagan con sangre.
Mientras las autoridades prometen reforzar la presencia de las fuerzas especiales y mejorar el equipamiento policial, los hechos se repiten. La sociedad se acostumbra peligrosamente a la muerte de un agente como parte del paisaje noticioso habitual.