La misa del Domingo de Resurrección fue presidida por el cardenal Angelo Comastri, mientras el Papa solo pronunció un breve saludo de “Buena Pascua” antes de la bendición final, permaneciendo en su silla de ruedas.
Un mensaje de paz y preocupación
Francisco dirigió un llamado urgente a las partes involucradas en el conflicto de Gaza: pidió un cese del fuego, la liberación de rehenes y asistencia humanitaria para quienes padecen hambre y desean un futuro en paz. Además, manifestó su inquietud por el aumento del antisemitismo a nivel global y por la situación de la comunidad cristiana en Gaza, donde la guerra sigue cobrando vidas y agravando la crisis humanitaria.
“Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina e Israel, al igual que al de todos los israelíes y palestinos”, afirmó. Y concluyó con un mensaje esperanzador: “Que desde el Santo Sepulcro, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por católicos y ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre Tierra Santa y el mundo entero”.
El mensaje pascual “Urbi et orbi” también incluyó una clara condena a la escalada armamentística global. “La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme”, afirmó el pontífice.
Francisco hizo “un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”.
“Estas son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte”, subrayó.
Con particular énfasis, el papa criticó los ataques a hospitales y trabajadores humanitarios, sin hacer referencia específica a Gaza, pero en un contexto donde tales incidentes han ocurrido repetidamente.