A su lado, Sarah, su esposa, buscaba en su teléfono información que reveló la premeditación de su plan: “¿Con qué facilidad puedo tomar una sobredosis de medicamentos de venta libre?”, “¿Cuánto tiempo lleva morir de hipotermia mientras se ahoga en un automóvil?”. Las últimas preguntas, una oscura ventana a su desesperación.
Los cuerpos de los hijos adoptivos, Markis (19), Jeremiah (14), Abigail (14), Devonte (15), Hannah (16) y Ciera (12), quedaron atrapados en la tragedia. Dos semanas después, el mar devolvía el cuerpo de Ciera a una playa cercana. En mayo, un pie encontrado en un zapato en otra playa al norte del acantilado se confirmó como de Hannah.
Una investigación posterior reveló el horror oculto tras la fachada de amor que proyectaban las redes sociales de la familia. Fotografías de niños sonrientes, portando carteles que proclamaban “El amor siempre es hermoso”, contrastaban con denuncias de abuso y hambre que los hijos sufrieron durante años.
Testimonios de vecinos como Bruce DeKalb describieron a los niños buscando comida y ayuda en medio de la noche, mientras relatos de antiguos informes de violencia doméstica comenzaron a salir a la luz.
Sarah había admitido en 2011 haber golpeado a uno de sus hijos sobre el borde de una bañera. El caso cerró sin mayores consecuencias. Cuando la familia se mudó a Woodland, Washington, los niños comenzaron a mostrar un comportamiento descrito por testigos como “robótico”. Caminaban en fila, seguían órdenes estrictas y mostraban signos de miedo constante.
Días antes del fatal viaje, los Servicios de Protección Infantil en Washington intentaron realizar un chequeo de bienestar, pero no obtuvieron respuesta. La familia ya había emprendido su última travesía hacia California, y dejó atrás equipaje y cepillos de dientes, una señal de que nunca planearon regresar.
El veredicto del jurado forense fue unánime: Jennifer y Sarah Hart tomaron una decisión consciente de terminar con sus vidas y las de sus hijos. Los certificados de defunción dictaminaron suicidio para las madres y homicidio para los niños. Sin embargo, la investigación también señaló fallas sistemáticas en el sistema de adopciones y protección infantil de Estados Unidos.
“Cinco estados estuvieron involucrados en las adopciones y denuncias de abuso de los niños”, declaró Thomas Allman, comisario del condado de Mendocino. “Este caso debe ser un momento esclarecedor para los legisladores”.
La familia Hart y los detalles de una historia llena de horror
Jennifer Hart y Sarah Gengler, ambas nacidas en Dakota del Sur, se conocieron mientras cursaban la carrera de educación primaria en Northern State University. En 2009 decidieron viajar al estado de Connecticut para casarse.
Poco antes de casarse, cumplieron un sueño y en septiembre de 2006 adoptaron a Abigail, Hannah y Markis en la localidad de Colorado, en Texas. Los nenes tenían 3, 4 y 8 años respectivamente. Después llegaron Ciera Maija (3), Jeremiah (4) y Devonte (6).
En 2008, una maestra se dio cuenta de que Hannah tenía el brazo izquierdo lleno de moretones. Jennifer la había golpeado con un cinto. Años después, Abigail le mostró a una vecina cómo las dos mujeres le habían provocado heridas en la espalda y en el estómago. Tras una denuncia, una de las madres fue sentenciada a realizar servicio comunitario por un año.
En el expediente, se concluyó que los chicos estaban mal alimentados y que fueron criados con restricciones muy extremas. La familia se mudó a Oregón y después a Washington donde Devonte se acercaba a los vecinos para pedir comida.
En otra ocasión, una de las nenas pidió ayuda en otra casa y dijo que abusaban de ella. Ante la denuncia, las mujeres decidieron abandonar su casa con los chicos para escaparse de la Justicia. La excusa era que iban a realizar un viaje familiar por diferentes puntos de California.
Fue el 28 de marzo de 2018, mientras viajaban por el condado de Medocino, Jennifer Hart manejó hacia un acantilado y el vehículo en el que viajaba la familia entera cayó al vacío 30 metros en la costa del Pacífico. Los ocho integrantes murieron en el acto, aunque el cuerpo de Devonte jamás apareció.