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La pasión de Francisco por San Lorenzo nació en 1946, cuando con apenas nueve años asistía al Viejo Gasómetro para ver al legendario equipo que integraban figuras como René Pontoni, Armando Farro y Rinaldo Martino. Aquella escuadra se consagró campeona del fútbol argentino y encendió en el pequeño Bergoglio una llama que nunca se apagó.
Ya como sacerdote y luego como Cardenal, no solo conservó su fanatismo: lo vivía activamente. Se acercaba a saludar y bendecir a los jugadores antes de los partidos en el vestuario. Incluso, en su rol como máxima autoridad de la Iglesia Católica, nunca dejó de sonreír al ver una camiseta azulgrana o al mencionar al Ciclón en algún discurso.
A los pocos meses de haber sido elegido Papa, San Lorenzo ganó su primera —y hasta ahora única— Copa Libertadores. Días después, Francisco recibió a los campeones en el Vaticano y celebró el título con orgullo.
En su última audiencia con un miembro del club, el presidente Marcelo Moretti le pidió autorización para que el nuevo estadio que se construirá en Avenida La Plata al 1700 lleve su nombre. Una propuesta que emociona a toda la comunidad azulgrana y que refleja la profunda conexión entre el club y su hincha más ilustre.
“San Lorenzo es parte de mi identidad cultural”, dijo alguna vez Francisco. Y para los hinchas del Ciclón, haber tenido un Papa cuervo también forma parte de la suya.