Pero su legado futbolero no se detuvo allí. La Selección Argentina también tiene un lugar privilegiado en ese pequeño museo vaticano: una pelota firmada por Mario Alberto Kempes, camisetas utilizadas en el Mundial 2014 y en la Copa América 2011, e incluso la mítica número 10 de Lionel Messi con las firmas de todo el plantel.
Justamente, el encuentro entre Francisco, Messi y el resto de los jugadores de Argentina e Italia, ocurrido en la Sala Clementina en 2013, dejó una huella profunda. Con humor y orgullo por sus raíces, el Papa dijo: “Vieron que unos fueron obedientes y ordenados —los italianos— y otros desordenados y desprolijos —los argentinos—. Bueno, yo soy uno de ellos; ahora saben de dónde vengo”. Messi, conmovido, no pudo contener las lágrimas.
Para el Papa, el fútbol fue mucho más que una pasión: fue una herramienta para transmitir valores. “Con una pelota de trapo se hacen milagros”, dijo en 2019. También instó a los futbolistas a ser ejemplos de “lealtad, respeto, altruismo y solidaridad”. En su visión, el deporte puede unir comunidades y promover la paz.
El mensaje de San Lorenzo, tras su fallecimiento, lo sintetizó con ternura y verdad: “Cuervo de niño y de hombre... Cuervo como sacerdote y Cardenal... Cuervo también como Papa”. De Jorge Mario Bergoglio a Francisco, hubo algo que nunca cambió: su amor por el Ciclón y su fe en que, con una pelota, también se puede cambiar el mundo.